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lunes, 5 de agosto de 2013

Hasta el fin de mi linaje

Polvo soy...
en polvo me convertiré,
y si mi mano no escribe su nombre en la tierra
el poderoso viento del olvido esparcirá mi ser,
alejado del recuerdo del bien amado.
Alejando mi nombre de sus bocas,
generación por generación,
hasta caer en la obscura y fría faz de la Nada.

¡El imperioso destino no me hará volver!
¡La Tierra no parirá de nuevo mi ser!
No habrá nueva piel,
no habrá nueva carne ni nueva voz,
el legado de mi nombre, como hombre,
habrá sido ya sentenciado.

Mi nombre deberá estar escrito en el libro terrenal,
y así, sin la máscara,
sin el antifaz de una creencia vana,
sin la falsa ilusión de una reencarnación
dejará de importarme el Libro de la vida,
dejará de importarme su Luz y su brida,
y mi vida ya no será rechinar y crujir de dientes,
sino un luminoso y maravilloso Edén.
¡Qué me importa el Cielo!
¡Qué me importa vivir Eterno!
No busco que mi alma sea perenne,
¡quiero que viva mi letra!

¡Y mi ser hecho polvo estará en la esencia de cada nueva vida
que nazca de mi semilla!
Si mis letras viven
mi nombre quedará escrito en sus almas y sus corazones,
y será esparcido por su sacrosanta lengua,
por los siglos de los siglos,
hasta el fin de mi linaje.

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