El Huerto no se hace responsable por los daños físicos y mentales que pueda haber tras las lecturas de sus entradas. Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad directa únicamente de los autores. Cualquier parecido con la vida real es mera coincidencia.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Momentos

            -Llega un momento en la vida donde se requiere una pausa, un momento para tomar aire, recuperar el aliento que alivie la fatiga de caminar siempre hacia adelante.
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      -Llega un momento en que se cuestionan las propias palabras, las cosas que se lamentan sin que ya pueda hacerse algo para remediar su desenlace. Ese momento está siempre en el presente, detrás ya sólo estorba el peso que se arrastra hacia hoy y hacia un mañana.
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      -Es cuestión de decidir algún camino que la misma vida esboza frente los ojos, mirar de fijo y aventarse. Sin duda, esto resulta de los quehaceres más atormentantes.
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            - No es necesario contar con la amargura que produce la acumulación de los años, para detenerse y, de pie o de rodillas, mirar atrás, ver un pasado que irremediablemente alegra el ser y volver a sufrir las penurias cuando los recuerdos son nefastos. Digo que no es necesario, pues se tienen momentos de silencio y miedo aún en los años jóvenes, cuando todavía preocupan los ideales y el futuro deseado o prometido, se acerca pero despacito, no termina de llegar.
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          - Yo quisiera saber si los deseos de comenzar algo grande permanecerán siempre. Aunque finalmente las ganas nos alcancen sólo para terminar una sola cosa importante en la vida y sentir que valió la pena.  Los sueños siempre son más.
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      -Y así se multiplican los momentos de inquietud. Lo absurdo de uno contemplando la propia vida mientras decide que pudo hacerlo mejor; lo absurdo de pensarlo y darse cuenta de lo ridículo que es hoy, pero ante la comodidad del presente es inevitable evidenciar los errores.
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      -Y comenzar de nuevo, libre de la idiotez que producen las sombras. Comenzar un poco más viejo, pues los comienzos no rejuvenecen, ¡que patraña!. Quedan las ojeras de noches pesadas, un poco de amargura y recelo, la mirada cuestiona y algo, no sé qué, muere un poco. Después la calma, nadie murió por detenerse un momento. 

domingo, 13 de octubre de 2013

Guía del Perfecto patán, nota 01. Sobre el Patán.

Para ser un Perfecto patán, el hombre tiene que cumplir ciertos requisitos:
1º. Tener la sensación de que cada vagina, a conocer o conocida, puede ser suya por méritos propios.
2º. Poder lograr lo anterior: Conseguir una 'seducción limpia' (es decir seducción sin alcohol ni drogas). De otro modo sería abuso.
3º. Tener una gran capacidad para la palabra, hablar de manera correcta, poder engatusar a la captura con la charla, dejar siempre un resquicio sin tocar.
4º. Saber reconocer que cada mujer es diferente, y por ende no todas las capturas son iguales. Diferenciar perfectamente a cuales les gusta más un café que una discoteca.
5º. Ser capaz de ingeniárselas si el marido/novio se entera del desliz de su mujer y/o llega antes de lo previsto a casa.
6º. Tener bien presente que la edad no es un factor que importe, mas al contrario: la mujer es como un buen vino.
7º. Saber cuándo apartarse de alguna captura. (Tener presente la postrera Nota 3).
8º. Poder aprenderse gran cantidad de nombres y nunca equivocarse.
9º. Saber qué tiempo se le debe prestar a una captura.
10º. Siempre (y muy importante) ser un caballero.
11º. Ser capaz de diferenciar entre una mujer que puede ser una presa de una amistad real.
12º. Ser frío y calculador.
13º. Saber cómo y cuándo mentir. Mentiras piadosas, ninguna que afecte a la captura o al mismo patán.
14º. Ser insensible ante las lágrimas y chantajes.
15º. Saber cuándo una mujer dice realmente " NO ".
16°. Estar atento a lo que la captura desee, cumplir en cierta medida sus caprichos si así se requiere.
17°. Respetar a la mujer en toda medida. Tener en cuenta de que las féminas son una bella pieza de la Naturaleza, ¡jamás se les debe lastimar de ninguna manera!
18°. ¡Nunca fingir amor para lograr encamar a una captura! Esto es bajo, vil y un acto que ningún hombre, patán o no, debe permitirse.
19°. Decirle siempre la verdad a la mujer, ser directo y demostrar que no se está interesado en nada serio. Si la mujer acepta los términos del patán tener consciencia de que es un contrato. Ambas personas se beneficiarán de éste. No se puede recibir más de lo que se da.
20°. Ser inmune ante el enamoramiento.

Notas:
* Algunos puntos pueden variar dependiendo de la edad del patán, pero siempre se persigue un mismo objetivo: La mujer.
* Si el patán comienza a enamorarse, retroceda en la relación y/o apártese parcial o completamente de la captura.

sábado, 12 de octubre de 2013

A una dulce ingrata

Pasante, vigilante,
obscuro y compasivo,
sin necesidad de palabra,
sin necesidad de sentir;
baluarte de impurezas,
sinfín de sutilezas,
dulce tango sexual,
con animosidad aplastante.
¡Ah, amor pasajero
cuán bien me hacía tu presencia!
¡Cuántas notas no osé escribirte!
¡Ah, amor infame y desgastante!
¡Ah, sutil muerte vestida de mujer!
Impura... correosa...
¡Asesina!

¿Acaso no disfrutabas beber de mi deseo?
¿Acaso no era tu alimento predilecto
ese que es mi sentir?
¡¿Por qué no llamas ya sea a la ventana,
ya sea a la puerta del desdén?!
El mejor pago para tu infame y
malagradecido cariño
(que me dabas a ligeros sorbos)
es el olvido:
sumirte en lo que fue,
quemarte en lo que nunca será.
¡Maldita la hora en que abrí los labios
y probé tus besos!
¡Maldita sea la pieza de talante
que mi animosidad y embriaguez de deseo
me impulsó a hablarte, confesarte,
halagarte y enseñorearte!
¡Maldita tú, mal agradecida, cobarde y pusilánime!

No planeaba yo aguantar más que lo necesario,
ni planeaba rogarte ni hincarme,
pero, ¡ah! mi estupidez humana,
y mi fijación me impulsó de nuevo al suelo,
a volver a rezar a una efigie caída,
a tocar un cielo inexistente,
a desear muerte en lugar de vida,
a proponerte infames y delicadas
porquerías disfrazadas de
achacosas mentiras...

¡Ah, yo deseoso de experimentar
la muerte de nuevo, fui, cual perro,
tras la herida supurante!
¡No deseo imaginarte ni desearte ya, ingrata,
pero tampoco deseo destilar odio dócil!
¡Ah, pobre de mi anhelo!
¡Pobre de mi corazón!
¡Porquería de trozo de carne!
¡Sulfuro cartilaginoso!
¡Muere ya pecador,
y olvida al amor pasajero!
Pero no pasarán más de dos lunas,
cuando tu pobre recuerdo no sea
más que una imperceptible cicatriz…

Olvidados morimos (I)

Y miré tú cara, pálida y sin expresión, ininteligible.
Por un segundo pensé que le hablaba a la tierra y no a mi amor.
Quería arrancarte los ojos y forrarlos con flores.
Deseaba comerte las manos y cantar en tu nombre.

Pensaba que tus aires paseaban por mis cabellos, pero solo era tu respiración.
Quieto, callado y voraz.
Jamás dejaste de mirarme, y cuando marchaste fue hacia la luz de invierno.
Éramos tan inocentes, tan llenos de ceguera en los estómagos.

Privados de caricias punzantes nos fuimos y regresamos, donde siempre debimos estar.
Candados en las bocas, con llaves perdidas en el mar.
Ovejas que bailaban mientras nos odiábamos en armonía.

Olvidados nacimos, despegados y destinados a recordar lo que fuimos. 

viernes, 4 de octubre de 2013

Rotando de piel

Un fétido olor se percibió en toda la velada, maldiciendo para siempre aquel lazo zigzagueante que nunca debió formarse.

Al terminar el postre ella recordó el proyecto que la mantendría lo suficientemente ocupada como para no ver la luz por un buen tiempo. También veía cómo sus bigotes se movían, llenos de comida y gotas de cerveza, le repugnaba ese hábito imposible de no importarle el desdichado gusano que tenía trepado en la cara.

Él miraba el reloj que tenía frente, como un maniático que espera a la prostituta sin trabajo, pensaba en aquel culo rebosante que tuvo dos días antes y el famélico que tendría dentro de unas horas. Miraba sus ojos intentando buscar algo que le atrajese, pero desistió a los pocos segundos. No valdría nada de aquello al terminar de amarrarse las agujetas.

-Moriré de soledad. Lo apuesto
-Bien. ¿Me pagarás ahora?
-No sé por qué sigo con esto. Me disgustas.
-Acaba ya con todo y paga la cuenta.
-Si voy a acabar con todo entonces también quiero destruir tu cartera, Santiago.
-Por más que me odies no te permitiré que me hables así, Sofía.
-¡Mesero!, la cuenta.

Los dos se levantaron con una apatía desbordante y caminaron hacia la salida de emergencia. Entraron al auto y se besaron en las mejillas. Ella condujo hasta la casa de él, subieron al dormitorio y procedieron a quitarse la ropa.

Caras impávidas y ausentes, todo lo hacían automáticamente y el cuadro ahora estaba completo, la insatisfacción en tiempos modernos que se complementaba de sensualidad indiferente y llana.

Se miraron, uno frente al otro, por unos minutos. Ya todo había acabado, de inmediato se vistieron con las ropas del otro y lo que fue en un principio un hábito carnal se convertía progresivamente en una enfermedad degenerativa, punzante y teñida de rojo.

Ella fue él, pero él no fue todo el tiempo ella. No estaban seguros de si esto había funcionado, pero el saber que sus pieles regresaban a ellos los invadía de euforia y calidez. Se agarraron de las manos y pasearon sus ojos por sus cuerpos, esperando que hablaran y dieran reseña de todo.

Sus centros comenzaron a narrar que lo habían logrado, que habían comprendido lo onírico y la forma, algo que antes de cambiar pieles no comprendían.

-Míranos, completos por fin.
-¿Por qué si tengo mi piel de regreso sigo sintiendo asco por ti?
-Porque ahora comprendes mi existir. Al igual que yo, pues todavía pienso que tu cuerpo es materia y no esencia.
-Vayámonos ya, quiero sentirme contigo.
-Yo no, pero hagámoslo. Por cierto, tu piel con la de aquella otra mujer se sintió bien. 

martes, 1 de octubre de 2013

Sobre morir en vida.

Dentro de las maravillosas cualidades que posee el Ser Humano, una de ellas, sin duda alguna, es la de la "elección". El Hombre (entiéndase la raza), racional como es, puede elegir miles de cosas: elegir si caminar o no, si se sienta o se queda de pie, si habla o calla; en fin, ciertas acciones en las cuales una decisión se ve implicada.
     Pero hay algo en lo que pocas veces (por no decir en realidad que nunca) participa el raciocinio, es lo que los románticos han llamado 'enamoramiento'. Ese lapsus brutus que invade, en algún momento, a todos quienes nos hacemos llamar personas.
     Querámoslo o no estamos a la deriva, en un barco que es atacado por las olas del azar. Impetuosamente, dando tumbos, somos víctimas de este sentimiento que no somos capaces de comprender. Aquí, nuestra carencia de decisión se hace bien presente: dentro del enamoramiento no se elige cuándo inicia, por qué razón, hacia quién va dirigido y, pese a que nos duela, tampoco se elige cuándo termina. Es como el despertar después de un intenso sueño del cual cuesta trabajo abrir los ojos, no se sabe si se está despierto o aún sumido en letargo. Y, curiosamente, muchas veces ni siquiera despertamos del todo.
     El enamoramiento es entonces una completa dicotomía. Es el témpano helado que abrasa; el aire que ahoga; el agua que da sed; el latido que paraliza; la suavidad que corta; la luz que enceguece... una espada para defender y que, sin dudarlo, termina clavándose en nosotros mismos. El enamorado pues, se pudre mientras se siente más vivo, respira con una intensidad que termina aplastándole los pulmones, siente correr la sangre por su piel horadada, su corazón estalla, sus ojos añoran una imagen y su mente dibuja una figura en cada espacio. ¡Ay, de aquellos hipnotizados en vida! El efecto mesmérico de la ensoñación. Pobres que se hunden en ilusiones. Flotan, aunque caerán. Y se encuentran, contundentemente, frente al suelo. Avasallados por el poder de la realidad; aquel monstruo cruel que devora sueños y asesina fantasías.
     Pero como el soldado herido por la flecha, que yace desangrándose poco a poco, se sostiene del último hálito que le queda; así, el enamorado se sujeta fuertemente de su ilusión que, con parsimonia lo llevará al mismo camino que nuestro primer desdichado: su inminente muerte.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Un sueño

Una vez soñé con alcanzar las estrellas,
con poderlas tocar y hacerles el amor,
allá, en el cielo,

donde fuésemos cómplices,
silenciosos amantes,
absortos en la penumbra y el tacto.

Soñé que podía hablar con ellas,
sin tener que levantar la vista,
sin necesidad de susurrar al viento;

sino que mi voz se escapaba,
recorriendo cada rincón,
llenando cada resquicio.

Soñé que podía tenerlas,

acariciarlas,
refugiarme en su fulgor,
acurrucarme en su luz,
dormir entre sus pechos.


Soñé que podía abrazarlas,
y contarles mis secretos,
aprehender su calor,
acariciar su estela,
y dedicarles cuanta canción y letra creara,
haciendo de ellas mis mayores amantes,
mis confidentes...

Mas una noche desperté,

y tras la cortina del ensueño,
después de abrir los ojos
el sol ya se las había llevado.

martes, 10 de septiembre de 2013

Desconocidos


Cuando la lluvia comenzó a golpetear con más fuerza contra los vidrios
caí en la cuenta de que me había quedado dormido.
Era ya tarde y seguíamos desnudos entre las sábanas.
El reloj marcaba la hora con calma,
el tiempo ya no era relevante,
cada minuto se extendía por lapsos tan enormes
que ni siquiera los segundos se sentían.
La única impronta visible entre aquella penumbra
eran las marcas en la piel,
los dientes en la nuca y las uñas en la espalda.
¡Ah, la dulce sensación del silencio!
Sólo la lluvia,
la penumbra, su calor y nuestra humedad.

Mi amante yacía dormida de costado,
su respiración se había calmado ya.
La Noche había llegado,
nos había rodeado con su dulce manto,
sus brazos se extendieron para abrazarnos.
Mi mente divagó de nuevo:
el recordar la agitación del momento,
el cielo cuando comenzó a tronar,
su cuerpo húmedo por la lluvia,
su cabello enmarañado en su rostro,
su lengua ágil al entrar en mi boca,
nuestras manos ansiosas por despojarnos de la ropa,
sus labios apretujados al recibir mi sexo,
sus muslos tersos presionando mi cintura,
sus dedos arañando mi pecho,
sus senos, firmes y sedosos, al vaivén de mi cadera.
Oh, excitación.
¡Ah, mi firme, fuerte y dispuesta excitación!

Aún paladeaba el sabor de su humedad y el cigarrillo,
podría amar esa combinación peligrosa;
había bañado su cuerpo con el whisky
y mi lengua había recorrido cada uno de sus rincones,
hasta el más profundo,
en busca de la última gota de licor;
había terminado con su voz,
ahogándola con mi mano,
no quería que nos descubriesen;
me había secado,
me había quedado agotado encima de su cuerpo,
agitado, extasiado, completamente fascinado por su cooperación.
Mi amante era, pues, una mujer con demasiada empatía.

Después de recorrer con la mirada su cuerpo oculto entre las colchas
miré el reloj; sí, el tiempo ya no era relevante,
había expirado
y pronto se darían cuenta de nuestra ausencia:
debíamos volver.
Mis manos rebuscaron entre sus curvas,
se hundieron en su pecho,
se encontraron con sus pezones
y finalmente jugaron entre sus misteriosos rincones.
Deseosos, mis dedos lograron su cometido
al entrar en ella y agitar su botón;
se giró sin abrir los ojos siquiera
y apenas se montó en mí volví a hundirme en ella,
fuertemente,
¡con furia!
Alcanzando ritmos dementes,
gritando, arañando y mordiendo con fuerza,
mis manos estrujaron su cintura,
ella apretó sus labios
y gritó al mismo tiempo...
¡La explosión!
Pude sentir su calor recorrer mis piernas
y su fuerza abandonándola poco a poco.

Tras respirar por algunos segundos recobró el hálito.
- Es tarde, dijo ella entre la agitación.
- Comencemos a vestirnos ya, respondí; sin duda pronto llamarían a la puerta. La fiesta ya habría alcanzando niveles más dementes de cuando la abandonamos, nadie habrá notado nuestra ausencia.
Y mientras miraba cómo se inclinaba para colocarse la ropa interior me surgió una duda implacable, una curiosidad que no había experimentado hacía tanto tiempo, encendí otro cigarro, le di una calada profunda y se lo extendí justo cuando terminó de abrocharse el sostén.
- Y bien, pregunté, ¿cuál es tu nombre?

martes, 3 de septiembre de 2013

Pasos que cantan

Caminando entre flores, con las pieles rasgadas y chorreantes
alimentando, satisfaciendo.
¿Nos oirán?, ¿se complacerán con nuestra sangre?
Los ríos que elevados caen sobre nosotros, los hijos de la tierra,
traen raíces, traen muerte.
Nos movemos temerosos, ansiosos ante la llegada de los dioses,

donde todos adoramos y jadeamos.
Esperando las recompensas, esperando a la guerra que brota de los suelos
donde los pasos sangran y los espíritus cantan. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Anotación 01

Hoy se apareció la muerte de nuevo en mi alcoba,
entre sopores y ensoñaciones la sentí sentarse a la orilla de la cama.
Iba disfrazada de mujer,
una bella y sensual mujer.
Cruelmente usaba el rostro de aquella a quien yo tanto añoro,
a quien deseo fervientemente.
¡Ah! Encontró la forma más vil de presentarse.

Mientras me incorporaba,
entre espasmosos movimientos,
se acercó lentamente a mí,
con arrulladoras y medidas pausas.
Examinándome,
estrujándome.
Y cuando estuvimos frente a frente
no pude por menos cerrar los ojos;
sentí su aliento tibio sobre mi rostro,
sus manos tersas en torno a mi cuello,
y cuando me disponía a dejarme arrastrar por sus labios
ella clavó un frío cuchillo en mi pecho.

Pausadamente fue horadando en mi ser,
desangrándome... gota a gota,
haciendo presión para desgarrarme el alma,
destrozándome con su indiferencia.
¡Cuánto sabe que la deseo!
Y cuando se hubo divertido lo suficiente,
cuando se aburrió de su tarea,
me dejó moribundo;
el demonio-ángel sonrió
y me besó en la mejilla.
Con rapidez se apartó de mí
dejándome solo,
confundido y aturdido.

Sé que retornará otra noche
pues no termina su trabajo,
su cuchillo sigue clavado;
pero cuando decida dar el tajo final
hace mucho que ya habré muerto.

viernes, 23 de agosto de 2013

Ministerio de Supremacía

Por la calle caminaba una mujer, vestida con los hules-N3 más finos que se pudieran comprar a estas alturas del sector. Creía correr pero lo único que daba eran pequeños brincos de manera poco ortodoxa. Debía reunirse con su amigo- ZO para platicar sobre aquel implante que le ayudaría a convertir a su ingenua falda en una sagaz y astuta prenda lista para los deberes; de lo que no se había percatado era que su preciosa e impecable falda había caído al suelo.
Del otro lado se encontraba un señor robusto que daba de comer a las palomas. Al momento de oír la onda expendedora dejó la bolsa con migas en la banca para seguir su camino hacia el monumento dedicado a la “Revolución A-511” que lo transportaría de inmediato a su bunker, donde se comunicaría más tarde con el informante que contrató para espiar a su ex-esposa.
Pasaron uno junto al otro y la mirada del señor de inmediato se plantó en aquella obra de arte tendida solo para él. Pensó en levantarla e ir a la casa de recompensas que habían inaugurado a unos pasos del monumento, pero la mujer que acababa de pasar no merecía tal ultraje a pesar de su descuido, pensó.
-¿Esa falda es suya, señorita?
-Sí, disculpe.
Rápidamente la levanto sin mirar siquiera a su salvador.
-No se dispense, es una pieza extraordinaria.
-No es para menos, la he cuidado más que a mis pantalones.
-¿Y por qué ha hecho eso?
-Verá, las faldas son mucho más leales en comparación de los pantalones. No están con una por compromiso y es rara la vez que fallan. Los pantalones son una pérdida de esfuerzos.
El hombre no podía creer lo que esta niña decía. El siquiera pensar en menospreciar a un par de pantalones finos le parecía algo descabellado, y ahora que escuchaba cómo descalificaban a toda una raza le pareció aberrante.
-¿Dice usted entonces que los pantalones son oportunistas?
-Solo son volátiles y caprichosos, jamás se sabe cuándo saldrán o botarán a una en medio de un acto.
-Curioso lo que me dice, señorita. ¿Me podría decir su nombre?
Quería estar seguro de saber el nombre de una traidora. En otro momento se encargaría de arruinarle la vida en el Ministerio.
-Pregúntele a la falda, verá que hasta en eso es suspicaz.
-Falda, ¿cómo se llama tu ama?
-Bernarda.
La tenía. Aunque todo pareció absurdamente sencillo.
-¿Qué te pasa ingrata?, ¿acaso ya no recuerdas con quien estás?
-Con Bernarda, estoy con Bernarda.
-Seguro alguna de tus fibras no responde bien al clima, maldito retazo. Eso debe ser.
-Espero que esa sea la razón, las composturas en faldas son más costosas que las de pantalones.
-Son en estos momentos en que envidio a las Piocas.
-No tiene por qué, son miserables por tener algo tan impredecible como un pantalón.
Ya no sabía si concordaba con aquella loca o solo era una careta demasiado convincente de la que jamás había sospechado que existiera.  
-Tiene razón, debo estar loca.
- Bueno, señorita, me retiro. Debo alimentar a mis botas.
-Botas, nunca he tenido botas. Las botas son cotorras, ¿verdad?
-Más bien parlanchinas.
-No le quito más su tiempo, que tenga buenas lunas.
-Gracias, que usted no las tenga.
-Que amable. ¡Hasta luego!

Dejó que caminara un poco para seguirla hasta donde fuera necesario. Tenía experiencia. 

domingo, 18 de agosto de 2013

Guía del Perfecto patán. Introducción.

La mayoría de las mujeres tienen una muy mala definición sobre la palabra "patán" y no se les puede culpar por ello; sin embargo, injustamente etiquetan de esta manera a un gran número de hombres que no tienen nada que ver con este modo de vivir. Les dicen así a quien no merece ser etiquetado como tal, no cualquiera puede ser tachado de esta forma. Le llaman así a quien las haga infelices en cualquier punto, haya alguna relación formal o no, y salgan afectadas.
     Para estas mujeres un patán es aquél que no las escucha, aquél que no las complace, aquél que no les dice la verdad u oculta cosas, etc., un sinfín de cosas más, pero no se dan cuenta de que todos estos prejuicios son equívocos y muy mal generalizados: por el contrario, ¡ser un patán es todo un arte!
     La mala fama que tiene el patán se debe generalmente a muchos sujetos que abusan de este estilo de vida. Ellos lo usan de una manera muy estúpida, quedan mal, lo llevan a extremos realmente absurdos, no saben ir acorde a este modus vivendi; ven en la mujer su recreación más baja, un pasatiempos, éstas no son más que un simple objeto sexual que se usa y se desusa fácilmente. ¡No! El Perfecto patán no es de esta manera. Que sí ve en la mujer una recreación, eso es cierto, pero este patán siempre plantea, desde un inicio, que la recreación debe ser mutua, llegando a términos que puedan ser aceptados por ambos; él sabe cuándo dejar a una presa de lado para evitar futuros inconvenientes; ante todo el Perfecto patán es un caballero: ve en la mujer una compañera, una confidente, una amiga; está siempre atento a lo que ella quiere en todo aspecto; la complace física y objetivamente; está atento ante sus sentimientos, pues debe ser precavido para sortear las querellas que pueden salir por malos entendidos.
     El Perfecto patán no mezcla sentimientos pero respeta a quienes sí lo hacen; prefiere el sexo ante una relación seria por cuestiones más prácticas: no puede ocuparse tanto tiempo en una sola distracción; disfruta de los placeres de una forma más libre por tener la increíble capacidad para separar razón y placer; no está limitado por razones morales.


     En este pequeño compendio de notas se dará a entender el modo de proceder del Perfecto patán heterosexual, siendo así un arma de doble filo. Por un lado, un hombre que guste iniciarse en este ámbito puede seguir los consejos aquí planteados, cambiándolos según le parezca conveniente claro está, pues esto no es una forma metodológica a seguir rigurosamente (lo hermoso de este arte es que es maleable según la persona que la practique). Por otro lado, las mujeres que puedan leer estas líneas podrán darse cuenta, con mucho mayor facilidad, con qué clase de hombre se están acostando...

lunes, 12 de agosto de 2013

Lo necesario



 
Lo necesario...

 
 Es durante las madrugadas, cuando más pesa el reloj de pared,
       cuando callaron, y cesaron los ruidos y hasta la propia voz se ausenta.
   La noche se ha inventado mil veces para desahuciar la mente, 
   uno se cubre de aires fríos y de exámenes de consciencia. 

          
  Si entre la inmensa soledad que pasa durante una noche en vela,
           uno resiste los mordaces juicios del propio ser, 
          es necesario, por obligación, recuperar el rumbo y
enderezar el camino que fallece con el ocaso de una experiencia. 

lunes, 5 de agosto de 2013

Hasta el fin de mi linaje

Polvo soy...
en polvo me convertiré,
y si mi mano no escribe su nombre en la tierra
el poderoso viento del olvido esparcirá mi ser,
alejado del recuerdo del bien amado.
Alejando mi nombre de sus bocas,
generación por generación,
hasta caer en la obscura y fría faz de la Nada.

¡El imperioso destino no me hará volver!
¡La Tierra no parirá de nuevo mi ser!
No habrá nueva piel,
no habrá nueva carne ni nueva voz,
el legado de mi nombre, como hombre,
habrá sido ya sentenciado.

Mi nombre deberá estar escrito en el libro terrenal,
y así, sin la máscara,
sin el antifaz de una creencia vana,
sin la falsa ilusión de una reencarnación
dejará de importarme el Libro de la vida,
dejará de importarme su Luz y su brida,
y mi vida ya no será rechinar y crujir de dientes,
sino un luminoso y maravilloso Edén.
¡Qué me importa el Cielo!
¡Qué me importa vivir Eterno!
No busco que mi alma sea perenne,
¡quiero que viva mi letra!

¡Y mi ser hecho polvo estará en la esencia de cada nueva vida
que nazca de mi semilla!
Si mis letras viven
mi nombre quedará escrito en sus almas y sus corazones,
y será esparcido por su sacrosanta lengua,
por los siglos de los siglos,
hasta el fin de mi linaje.