El Huerto no se hace responsable por los daños físicos y mentales que pueda haber tras las lecturas de sus entradas. Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad directa únicamente de los autores. Cualquier parecido con la vida real es mera coincidencia.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Un sueño

Una vez soñé con alcanzar las estrellas,
con poderlas tocar y hacerles el amor,
allá, en el cielo,

donde fuésemos cómplices,
silenciosos amantes,
absortos en la penumbra y el tacto.

Soñé que podía hablar con ellas,
sin tener que levantar la vista,
sin necesidad de susurrar al viento;

sino que mi voz se escapaba,
recorriendo cada rincón,
llenando cada resquicio.

Soñé que podía tenerlas,

acariciarlas,
refugiarme en su fulgor,
acurrucarme en su luz,
dormir entre sus pechos.


Soñé que podía abrazarlas,
y contarles mis secretos,
aprehender su calor,
acariciar su estela,
y dedicarles cuanta canción y letra creara,
haciendo de ellas mis mayores amantes,
mis confidentes...

Mas una noche desperté,

y tras la cortina del ensueño,
después de abrir los ojos
el sol ya se las había llevado.

martes, 10 de septiembre de 2013

Desconocidos


Cuando la lluvia comenzó a golpetear con más fuerza contra los vidrios
caí en la cuenta de que me había quedado dormido.
Era ya tarde y seguíamos desnudos entre las sábanas.
El reloj marcaba la hora con calma,
el tiempo ya no era relevante,
cada minuto se extendía por lapsos tan enormes
que ni siquiera los segundos se sentían.
La única impronta visible entre aquella penumbra
eran las marcas en la piel,
los dientes en la nuca y las uñas en la espalda.
¡Ah, la dulce sensación del silencio!
Sólo la lluvia,
la penumbra, su calor y nuestra humedad.

Mi amante yacía dormida de costado,
su respiración se había calmado ya.
La Noche había llegado,
nos había rodeado con su dulce manto,
sus brazos se extendieron para abrazarnos.
Mi mente divagó de nuevo:
el recordar la agitación del momento,
el cielo cuando comenzó a tronar,
su cuerpo húmedo por la lluvia,
su cabello enmarañado en su rostro,
su lengua ágil al entrar en mi boca,
nuestras manos ansiosas por despojarnos de la ropa,
sus labios apretujados al recibir mi sexo,
sus muslos tersos presionando mi cintura,
sus dedos arañando mi pecho,
sus senos, firmes y sedosos, al vaivén de mi cadera.
Oh, excitación.
¡Ah, mi firme, fuerte y dispuesta excitación!

Aún paladeaba el sabor de su humedad y el cigarrillo,
podría amar esa combinación peligrosa;
había bañado su cuerpo con el whisky
y mi lengua había recorrido cada uno de sus rincones,
hasta el más profundo,
en busca de la última gota de licor;
había terminado con su voz,
ahogándola con mi mano,
no quería que nos descubriesen;
me había secado,
me había quedado agotado encima de su cuerpo,
agitado, extasiado, completamente fascinado por su cooperación.
Mi amante era, pues, una mujer con demasiada empatía.

Después de recorrer con la mirada su cuerpo oculto entre las colchas
miré el reloj; sí, el tiempo ya no era relevante,
había expirado
y pronto se darían cuenta de nuestra ausencia:
debíamos volver.
Mis manos rebuscaron entre sus curvas,
se hundieron en su pecho,
se encontraron con sus pezones
y finalmente jugaron entre sus misteriosos rincones.
Deseosos, mis dedos lograron su cometido
al entrar en ella y agitar su botón;
se giró sin abrir los ojos siquiera
y apenas se montó en mí volví a hundirme en ella,
fuertemente,
¡con furia!
Alcanzando ritmos dementes,
gritando, arañando y mordiendo con fuerza,
mis manos estrujaron su cintura,
ella apretó sus labios
y gritó al mismo tiempo...
¡La explosión!
Pude sentir su calor recorrer mis piernas
y su fuerza abandonándola poco a poco.

Tras respirar por algunos segundos recobró el hálito.
- Es tarde, dijo ella entre la agitación.
- Comencemos a vestirnos ya, respondí; sin duda pronto llamarían a la puerta. La fiesta ya habría alcanzando niveles más dementes de cuando la abandonamos, nadie habrá notado nuestra ausencia.
Y mientras miraba cómo se inclinaba para colocarse la ropa interior me surgió una duda implacable, una curiosidad que no había experimentado hacía tanto tiempo, encendí otro cigarro, le di una calada profunda y se lo extendí justo cuando terminó de abrocharse el sostén.
- Y bien, pregunté, ¿cuál es tu nombre?

martes, 3 de septiembre de 2013

Pasos que cantan

Caminando entre flores, con las pieles rasgadas y chorreantes
alimentando, satisfaciendo.
¿Nos oirán?, ¿se complacerán con nuestra sangre?
Los ríos que elevados caen sobre nosotros, los hijos de la tierra,
traen raíces, traen muerte.
Nos movemos temerosos, ansiosos ante la llegada de los dioses,

donde todos adoramos y jadeamos.
Esperando las recompensas, esperando a la guerra que brota de los suelos
donde los pasos sangran y los espíritus cantan. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Anotación 01

Hoy se apareció la muerte de nuevo en mi alcoba,
entre sopores y ensoñaciones la sentí sentarse a la orilla de la cama.
Iba disfrazada de mujer,
una bella y sensual mujer.
Cruelmente usaba el rostro de aquella a quien yo tanto añoro,
a quien deseo fervientemente.
¡Ah! Encontró la forma más vil de presentarse.

Mientras me incorporaba,
entre espasmosos movimientos,
se acercó lentamente a mí,
con arrulladoras y medidas pausas.
Examinándome,
estrujándome.
Y cuando estuvimos frente a frente
no pude por menos cerrar los ojos;
sentí su aliento tibio sobre mi rostro,
sus manos tersas en torno a mi cuello,
y cuando me disponía a dejarme arrastrar por sus labios
ella clavó un frío cuchillo en mi pecho.

Pausadamente fue horadando en mi ser,
desangrándome... gota a gota,
haciendo presión para desgarrarme el alma,
destrozándome con su indiferencia.
¡Cuánto sabe que la deseo!
Y cuando se hubo divertido lo suficiente,
cuando se aburrió de su tarea,
me dejó moribundo;
el demonio-ángel sonrió
y me besó en la mejilla.
Con rapidez se apartó de mí
dejándome solo,
confundido y aturdido.

Sé que retornará otra noche
pues no termina su trabajo,
su cuchillo sigue clavado;
pero cuando decida dar el tajo final
hace mucho que ya habré muerto.