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jueves, 1 de agosto de 2013

Sobre la improvisación del escritor

Llega el momento en la vida de todo amante de las letras en que se queda inmóvil,
petrificado, mirando la pantalla o el papel sobre el cual la pluma queda ingrávida.
"¿Qué sigue?" se pregunta,
agita la la pluma entre sus dedos,
mira al cielo pensativo,
zarandeando las manos como si las palabras estuviesen flotando,
intentando atrapar ideas,
solicitando alguna inspiración
implorando por algún incentivo que le ayude a crear algo.
Me cuesta trabajo imaginar el por qué,
habiendo tantos y variadísimos temas en el mundo,
¡no pueda decidirme por uno!
Admito que de vez en cuando sólo escribo por escribir,
por llenar algún espacio en la hoja o en el procesador de textos,
pues es como una adicción,
una droga de lo más extraña,
siempre pidiendo plasmar algo...
pero hoy, querido lector, no se me ocurre de qué hablarte.

Envidio a aquellos que tienen el don de la improvisación,
aquellos que, con facilidad, pueden sacar una extensa charla.
De cualquier tema pueden tomar un hilo conductor,
una partícula del tópico para extenderse.
No dan rodeos,
no repiten frases,
para ellos su charla es como una esfera
pues tiene tantos puntos de vista que puede hablar, hablar y hablar
o, en su defecto, escribir y no parar en un buen rato.
A mí, en lo personal, no se me da eso de improvisar,
me cuesta trabajo poder hacer un tema extenso.
Aunque lo desee siempre hay un tope que me detiene,
algo que me impide seguir hablando.
Envidio, repito, a aquellos que tienen la capacidad de improvisar
pues, ya en letras plasmadas o delante de un buen café,
siempre, siempre serán buenas charlas.

En ciertas ocasiones, verdaderamente raras,
mi cerebro ha tenido la oportunidad de improvisar un escrito;
un halo de luz ilumina,
los dedos se mueven,
la imaginación vuela,
la excitación de la creación te invade
y es cuando no puedes parar de escribir.
¡Y sigues, y sigues!
Le das cuerpo, forma...
y al final quedan las letras plasmadas,
que se leen y se deben releer las veces sea necesario.
¡Porque tienes que revisarlo!
No puedes dejar eso así nada más,
puede ser bizarro,
abstracto, extraño...
Sea quien sea el autor de un texto,
y más quienes aman escribir tienen que saber que
el mejor y, al mismo tiempo, el peor crítico es uno mismo.
Para poder entender lo que has escrito,
dice María Rilke,
tienes que leerte como si fueses otra persona.
Sé duro contigo mismo,
date cuenta de tus errores,
sé paciente para poder controlarlos
y encuentra la manera de arreglarlos...

No me jacto de ser buen escritor,
no, en absoluto,
soy escritor por afición,
no por profesión
(aunque quiero llegar a ser ambos);
me jacto de que me gusta escribir,
un vicio, droga irreprimible.

Cuando es así tienes dos caminos,
o escribir para morir en silencio y soledad,
siendo tu propio lector,
o escribir para ser leído por otros,
el escritor ególatra.
Cuando eres el segundo, ese autor que se deja leer,
pueden destruirte,
tirarte y pisotearte.
Las críticas siempre están a flote.
Habrá quienes lean cada letra de tu texto,
otros que lo ignorarán
y algunos más que ni siquiera lo entiendan.
Sé tú.
Al improvisar, querido lector, te pones en un barco durante una vorágine.

En fin, ese es el problema esta noche,
no sé de qué hablar,
y tengo que aprender a sacar un tema de la nada,
al tener una improvisación bien hecha
siempre tendré algo que ofrecerte,
¿no es así, estimado lector?

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